[vc_row][vc_column][tm_heading style=»thick-separator» tag=»h5″ custom_google_font=»» google_fonts=»font_family:Poppins%3A300%2Cregular%2C500%2C600%2C700|font_style:300%20light%20regular%3A300%3Anormal» text=»Opinión – Las “carreteras” del sistema eléctrico» font_size=»lg:32″][vc_column_text]
Columna de Carlos Finat, Director Ejecutivo de ACERA.
El sector de generación de energía eléctrica de Chile está en un proceso de cambio -sin retorno- hacia el uso de fuentes energéticas limpias y renovables, que pareciera cada día adquirir mayor velocidad.
Y los números son verdaderamente impactantes. En el período enero-marzo de este año, el 25% de la energía eléctrica fue generada mediante fuentes de Energías Renovables No Convencionales (ERNC) compuestas por generación solar fotovoltaica, eólica, geotérmica, biomasa, biogás e hidroeléctricas de pequeño tamaño. A lo anterior se debe agregar un 19,6% generado mediante centrales hidroeléctricas convencionales, lo que suma un 44,6% de energía eléctrica limpia para nuestro país. Adicional a esto, a marzo de este año, la capacidad total instalada ERNC fue de 8.773 MW, además de 5.100 MW en construcción, de los cuales gran parte debería entrar en servicio este año.
Por otro lado, el plan de retiro de centrales a carbón, acordado entre sus propietarias y el Ministerio de Energía, se ha ido acelerando por decisión de las mismas empresas y es muy probable que se cumpla la meta propuesta incluso antes del año 2040, fecha límite del acuerdo.
Todas son muy buenas noticias para Chile. Se reduce la contaminación local en las zonas donde hay generadores termoeléctricos, disminuyen las emisiones de CO2, apoyando con ello el cumplimiento de los compromisos de nuestro país relacionados con el cambio climático, y los bajos precios de las ERNC comenzarán paulatinamente a reflejarse en las cuentas de la luz de los clientes finales, entre otros beneficios.
Sin embargo, para que todo lo señalado resulte realmente beneficioso para Chile y su población, es necesario que se avance en la infraestructura necesaria para que las nuevas fuentes de energía puedan operar de la manera más económica y eficiente. Se requiere de un sistema de transmisión que pueda transportar segura y eficientemente esta energía limpia.
Para explicarlo, haremos una analogía con el sector transporte. Si no existieran calles y carreteras adecuadas, si no hubiera mecanismos de coordinación y gestión, o no existieran servicios de mantenimiento, cualquier sistema de transporte, aunque use las mejores tecnologías, no se podría desempeñar de manera eficiente, y los costos de esas ineficiencias finalmente serían asumidos por sus clientes.
En el caso de la energía eléctrica ocurre exactamente lo mismo. Si no se cuenta con las líneas de transmisión -y las respectivas subestaciones-, con las capacidades y cobertura geográfica necesarias (las “carreteras” del sistema eléctrico), la energía no podrá ser transportada desde su punto de producción hacia los consumos y con ello también se limitarán las alternativas para el suministro de los consumidores y, por lo tanto, se limitará la competencia. También es necesario que la operación del sistema eléctrico, que requiere de una coordinación permanente y precisa entre las centrales generadoras, las demandas y el sistema de transmisión, se realice considerando las características propias de las nuevas tecnologías y que se asegure la disponibilidad de los servicios de soporte para la operación de la red que exigen estas tecnologías.
La incorporación masiva de las ERNC en la generación eléctrica, al igual como se observa en otros países que están más avanzados en este proceso, significa un profundo cambio de paradigma en la operación de los sistemas eléctricos. Estos deben asegurar la continuidad y seguridad del suministro eléctrico en un contexto en que concurren efectos tales como, la variabilidad de algunas de las nuevas fuentes, la incertidumbre de los efectos del cambio climático en la disponibilidad de las fuentes de energías primarias, los consumidores que comienzan a convertirse en “prosumidores”, la pérdida de algunos servicios de estabilidad, junto con el retiro de las centrales termoeléctricas, por tan solo mencionar algunos.
Para enfrentar este cambio de paradigma es necesario un trabajo conjunto del gobierno, la empresa privada, la academia y el Coordinador Eléctrico -entre otras entidades-, que permita contar rápidamente con la regulación y las normas que contengan las señales adecuadas para, por ejemplo, lograr la incorporación eficiente de nuevas tecnologías como el almacenamiento y tecnologías de “grid forming”; que se desarrolle oportunamente el sistema de transmisión y se implementen los modelos y métodos de coordinación de la operación consistentes con el uso de las nuevas tecnologías.
El camino de la transición energética hacia la generación eléctrica con cero emisiones es una gran oportunidad para nuestro país y ya estamos transitando esa ruta. Sólo debemos mejorar los procesos, con una visión de largo plazo, pero ejecutando en el corto y mediano plazo, las acciones necesarias para poder así mantener este liderazgo y seguir avanzando de forma acelerada en el recambio de nuestra matriz a energías limpias.
Fuente: País Circular[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][tm_spacer size=»lg:30″][/vc_column][/vc_row]