Columna: Tecnologías Renovables Flexibles, habilitantes imprescindibles para una transición robusta.

Por: Fernando Flatow G., Consejero ACERA A.G.

La preservación del medioambiente ha impulsado a nivel mundial el desarrollo de nuevas formas de producción de energía con bajas o nulas emisiones. Esto ha permitido una disminución sostenida en su costo de producción, siendo competitivas en muchos mercados como el chileno, que fomentó decididamente la transformación de la matriz vía licitaciones de suministro, las leyes de cuotas de generación renovable y planes de descarbonización, entre otras medidas.

Como resultado de lo anterior, a partir de la segunda década de este siglo, Chile ha sido testigo de un Big Bang renovable, diversificando el mercado con nuevos actores de la mano de desarrollos Project Finance y un aumento internacionalmente reconocido de la generación limpia. En este escenario, donde la capacidad instalada del país es algo más de un 60% renovable, se destaca la generación solar fotovoltaica y eólica que alcanzan juntas un 36,8% del total[1].

Se suman a esto los incentivos de la regulación para la inyección de PMG y PMGD’s, que en solo 4 años ha fomentado el ingreso de casi 4.000 MW, principalmente fotovoltaicos.

Es sabido, en este contexto, que la irradiación solar y el viento son eminentemente variables, lo que plantea desafíos nuevos al forzar un balance no sólo de la generación con la demanda, sino también la generación variable con recursos flexibles, donde entendemos estos últimos como aquellos que aportan a los sistemas eléctricos la capacidad de adaptarse a la incertidumbre tanto desde el consumo como la generación, en forma barata y confiable.

Esto es relevante en nuestro país, que tiene un aislamiento geográfico que redunda en pocas conexiones energéticas internacionales y una ineludible extensión que obliga a atender problemas técnicos que otras economías más interconectadas suplen a través de la complementariedad con sus vecinos.

Como consecuencia de ello, las metas de desfosilizar la matriz no sólo requieren retirar las centrales contaminantes incorporando energías renovables, sino también el reemplazo razonado del resto del parque térmico tradicional por tecnologías renovables flexibles. Esto será posible a través de políticas públicas que, dentro del espectro renovable, sean “escépticas y asépticas” respecto a las diversas estrategias posibles. Este, es un desafío que en ningún caso pertenece sólo a los generadores, sino que invitan indefectiblemente a la demanda, las autoridades técnicas, regulatorias y al Coordinador.

Pensar como estrategia de desfosilización el fomento exclusivo de fuentes renovables variables más una incorporación masiva de almacenamiento, podría implicar un alto costo para el país que deberá ser asumido por todos los clientes, además de delicados desafíos tanto regulatorios como asociados a la estabilidad y control de la red. El Estudio de Hoja de Ruta para un sector eléctrico carbono neutral o Estudio Net Zero encargado por ACERA en 2021 y ampliamente difundido en 2022 por nuestra Asociación , conlleva a la conclusión de que la mejor decisión para alcanzar los objetivos de desfosilización del sector eléctrico es el incentivo imparcial de todas las estrategias posibles, siempre considerando la eficiencia económica y licencia social de éstas , puesto que los problemas y condiciones habilitantes mutan. Y lo que otrora podría haberse considerado como la solución definitiva para el desarrollo energético, en el futuro podría ser, en el mejor de los casos insuficiente, ineficiente o inaceptable por la sociedad.

Para no detener e incluso habilitar el proceso de transformación de la matriz, por lo tanto, será necesario coordinar adecuadamente todos los recursos de red disponibles y brindar las señales económicas suficientes, dentro de los que se encuentran el almacenamiento en todas sus formas -esto es, baterías (que ya cuentan con la ley de almacenamiento), concentración solar, embalses, bombeo, entre otras.; energías variables seguidoras y formadoras de red; recursos síncronos como generación o condensadores; y gestión desde la demanda entre otras alternativa existentes y venideras.

En este espectro de herramientas, un rol importante juegan las tecnologías renovables flexibles, dentro de las que se encuentran la Hidroelectricidad, la Geotermia y la Concentración Solar de Potencia. Este tipo de tecnologías permiten reemplazar el aporte que hicieron las máquinas térmicas tradicionales por uno de similares características técnicas, pero sin las emisiones medioambientales. Dicho aporte lo hace con todas las características de robustez de la generación tradicional debido que utilizan también máquinas síncronas. Éstas aportan corrientes de falla significativas e inercia para el control de tensión y frecuencia respectivamente. Pero además, reemplazan cada kilowatt hora contaminante por un kilowatt hora renovable con tiempos de respuesta que facilitan el control de los parámetros de la red permitiendo evitar pérdidas de generación o demanda.

Actualmente, la necesidad de mantener confiabilidad exige el despacho de centrales térmicas tradicionales en todo el sistema y muy evidentemente en el norte, con alta presencia de generación variable, de suerte que constituye un ejemplo claro de que no basta con aumentar las cuotas ERNC sino que se deben también cumplir con cuotas de inercia verde a lo largo de la red para habilitar una transición energética robusta.


[1] La capacidad instalada del país, en base al reporte mensual de ACERA, alcanza a 33.328 [MW], de los cuales el 61,9% es en base a energía renovables con 12.278 [MW] fotovoltaicos y eólicos que representan un 36,8% del total nacional.